El corazón del cirujano (Parte 3 y última)

…El corazón del cirujano…

Y cada mañana, tras haberlo observado nada más despertar, le hablaba, le hablaba a él, al corazón, primero lo trataba como lo que ella quería que fuera, una parte más de sí misma, y después llegaban los reproches, los odios…

“Ella era… Ella era lo más maravilloso que ha habido en mi vida. Era tan joven. Sólo tenía veinticuatro años, yo diez más que ella, y supongo que por mi cara, debía parecer veinte años mayor. Y eso a ella nunca le importó. Una vez me dijo que se enamoró de mí en el preciso instante en el que entró por la puerta de Urgencias. Y yo no me lo podía creer, se estaba ahogando, y decía que sólo se podía fijar en mí, que ella era capaz de ver el aura, o algo así, y que la mía le atraía… Y después de contarme todo eso, una y mil veces, se echaba a reír y me cogía de la manga, me atraía a ella y me besaba. Sus labios, eran tan débiles como ella, pero no por ello menos apetecibles…

“¿Existe alguna posibilidad de que este cardiólogo me regale su corazón>?” Le encanta preguntar aquello, y a mí me gustaba responderle lo mismo. Que claro que había posibilidades, pero a cambio tenía que sonreír cada día, y “tienes que luchar, nunca te rindas” “Parece mentira que no me conozcas, que de los dos la optimista soy yo cuando debería ser al revés”

Y así cada día. Cuando tenía día libre era aún mejor. Iba a verla, todo el día con ella, sin tener que pasar por las habitaciones de otros pacientes. Y cada día libre me las ingeniaba para hacer algo nuevo, un picnic improvisado en la habitación, una cena romántica, una sesión de películas, siempre de risa, nada que hiciera llorar. Pero lo que más me gustaba era irme a media noche, para quedarme escondido en cualquier rincón, y acariciarla suavemente, mientras se hacía la dormida, y cuando llegaba a sus labios, y los acariciaba con la yema de los dedos, ella se hacía la sorprendida “¡Será posible!” y volvíamos a reír…

No sé bien si era por las risas o porque, pero el corazón mejoraba y mejoraba, cada día más. “A este ritmo ni transplante vas a necesitar”. Pero estaba a punto de llegar un corazón compatible, un paciente que estaba en coma hacía mucho tiempo, sólo quedaba la autorización de los familiares. Y el pequeño corazón no quiso aguantar… “
Y tras haber relatado todo aquello, llegaba la parte de la ira.
“No quisiste aguantar, habías aguantado tanto y no quisiste aguantar un simple día más, ni siquiera avisaste, dejaste de trabajar sin avisar, de repente, sin tiempo para que hiciéramos algo… Pero claro que se podría haber hecho algo. Yo debería haber podido hacer algo. Yo, tan bueno que decían que era… Y aún así aquí te tengo, porque eres lo único que me queda de ella. Ella se llevó mi corazón, el otro, y yo me he tenido que quedar contigo… ¡Maldita sea!
Y volvían los llantos, los gritos, la rabia incontenible…

Era treinta y uno de julio otra vez, y sin quererlo, ese día su corazón volvería a latir. Aquel día cuando se topara en el ascensor con una nueva compañera, aquel día cuando ella le ofreciera volver a operar. “Tienes que hacerlo” Y aquel día, cuando le pareció escuchar la voz de su amada “Sé feliz, es la única forma de que yo pueda seguir mi camino…” Y entonces, después de un año, un treinta y uno de julio, sin saber bien porque, sonreiría y aceptaría operar, para dar vida…