...Vals con zapatos rojos...


Nota: Este texto es sólo el fragmento del epílogo de una historia que escribí este verano. El resto de la historia, ya la tiene en sus manos la persona a quien le pertenece...

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Efectivamente, llegó tarde. Julio ya estaba esperándole en la puerta de la estación cuando ella aparcó el coche, y efectivamente, él no le dijo nada. Cuando subió al coche observó que estaba repleto de bolsas.

-Ya veo que has hecho los deberes y has comprado todos los regalos. ¿Cuál será el mío?- Preguntó Julio mientras rebuscaba en las bolsas.

-Manos quietas señorito. Su regalo lo tendrá en la cena. – Dijo divertida Blanca. Él no se imaginaba que por fin había aprendido a cocinar, que le había preparado todos sus platos favoritos y que estos se encontraban en la cocina esperando que les dieran el último toque. Eso sí, lo había hecho con la ayuda de su madre y su suegra.

Llegaron a la casa familiar de ella. No había nadie.

-¿Dónde estarán todos?-Preguntó Blanca sorprendida.

-Bueno, les he pedido que nos dejaran solos hasta la hora de la cena. No te preocupes por Inés que sabes que está en buenas manos.

-¿Y para qué quieres tú que estemos solos?- Preguntó pícaramente Blanca

-Porque quiero darte mi regalo de Navidad…

-Pero… Eso no es justo, yo no puedo dártelo hasta la cena. ¿No puedes esperar hasta mañana o hasta esta noche?

-No. Es que este es el único momento que podemos tener para los dos solos…

-Así que es algo muy íntimo y personal…-Blanca comenzaba a impacientarse, adoraba las sorpresas y más si provenían de Julio.

-Bien, pues siéntate y cierra los ojos.-Ordenó Julio

Blanca le obedeció y notó como le quitaba los zapatos que calzaba y le colocaba otros. Se sentía como una princesa, allí sentada, con los ojos cerrados y notando como su particular príncipe la calzaba.

-¡Listo! Puedes abrir los ojos.

Cuando Blanca lo hizo y miró hacia sus pies no pudo evitar pegar un gritito de alegría.

-Son… Son, como los de nuestra graduación.- Dijo al ver unos zapatos rojos de salón como los que había lucido aquel día tan especial para los dos. Los suyos terminaron rotos.

-Los vi la otra tarde y no pude evitar comprarlos, sabía que te gustarían. Espero que estos te duren más que los tuyos. Y aquí viene la segunda parte del regalo.- Julio encendió el reproductor de CD`s y comenzó a sonar un vals. Después se inclinó ante Blanca, realizando una reverencia y preguntó- ¿Me concede este baile?

Blanca sin dejar de sonreír asintió y tomó la mano que Julio le tendía. Se puso en pie y posó su mano izquierda sobre el hombro derecho de Julio, y enlazó la otra con la mano izquierda de su pareja, mientras esta la tomaba por la cintura con la mano que le quedaba libre.

-Empecemos. Un, dos, tres. Y un, dos, tres…- Comenzó Julio a dirigir a Blanca.- ¿Recuerdas que me pediste que te enseñara a bailar el vals? Y sobre todo, ¿recuerdas que me pediste bailarlo el día de la graduación? No llegamos a hacerlo.

-Tampoco llegué a aprender a bailarlo nunca.

Estuvieron bailando sin decir nada, viviendo la magia del momento, los tres minutos y medio que duró aquella melodía. Blanca había apoyado su cabeza sobre el hombro de Julio y simplemente se dejaba llevar. A pesar de su torpeza y de los nuevos zapatos, Blanca parecía no hacerlo del todo mal. Julio no se quejó por ninguno de los pisotones que esta le dio de vez en cuando.

-Eres una buena alumna.- Dijo Julio cuando la canción terminó y después de poner el broche final al baile con un precioso beso.

-No creo que tus pies opinen lo mismo, deben estar molidos- Contestó divertida Blanca

-No ha sido para tanto, la próxima vez ya no habrán pisotones.- Le animó Julio

-Julio… Ha sido el regalo más bonito que me han hecho nunca. Cuando estábamos bailando, me sentía como en una nube. A mí nunca se me hubiera ocurrido un regalo tan perfecto. Sinceramente, yo ya creía que era demasiado tarde para estas cosas, no sé, pensaba que ya ni te acordarías de mis peticiones y de que quería que me enseñaras a bailar…

-Lo estuve pensando, y descubrí que nuestro amor es como el vals…

-¿Cómo el vals? Plagado de pisotones- Dijo entre risas Blanca.

-No te rías que hablo en serio.

-Pues explícame tu teoría…

-Sí, es como el vals. Tú ya creías que era demasiado tarde para aprender a bailarlo. Y todo el mundo, cuando me marché, creía que nosotros ya no tendríamos una oportunidad.¿O crees que nunca me dijeron que era demasiado tarde para intentarlo contigo?

-Sí. Cuando pedía consejo todos decían que era demasiado tarde…

-Y ya ves, estamos aquí, juntos, con una hija y oye, te he enseñado a bailar el vals y no lo has hecho tan mal.

Se miraron a los ojos sonriendo y se fundieron en un apasionado beso…