...cicatrices...

Allí estaban; sentados frente a frente y mirándose a los ojos. Así se encontraban aquella noche.
Clara pasó suavemente su mano izquierda por la mejilla del mismo lado de Daniel.
Éste cerró los ojos ligeramente y se relajó. Cogía y soltaba aire lentamente y sólo escuchaba la respiración de Clara. Ella continuaba pasando la mano por su cara dulcemente. Le acariciaba débilmente hasta llegar a la cicatriz situada junto a su oreja. Aquella herida había hecho que empeorara su oído, que se volvió mucho más propenso a enfermarse. Y aquella fue la primera de las cicatrices que Clara conoció, de las que Dan había heredado de la guerra.

A continuación desabrochó su camisa, muy despacio. Le quitó la manga izquierda y después la derecha y ahí estaba. La gran cicatriz, la del hombro derecho, que se resentiría muchas veces más después de aquello. Tenía una pinta muy fea, sin embargo Clara no la había visto cuando peor estaba, cuando la infección de aquella lesión casi se lleva a Daniel. Y ahora que estaba curada, seguía teniendo un aspecto bastante preocupante. Y a pesar de ello Clara no se asustó. Como ya había sucedido antes, Dan se dejó llevar y mimar. Esa estaba siendo la mejor medicina para terminar de cicatrizar. Pero entonces llegó la mejor de las curas. Clara besó todas y cada una de las heridas de guerra de Dan para terminar besando sus labios, para volverle a hacer sentir que volaba muy alto, mucho más de lo que podía hacer con su avión.

Llevaba mucho tiempo deseando saborear de nuevo los labios de Clara, sus manos, su vientre, sus pies, su espalda, su sexo…
Y sin embargo aquella noche se dejó saborear él. Era como un niño pequeño que requería de mimos y cuidados para terminar de curarse

Clara cumplió una de las promesas de la última carta que Dan recibió: a su regreso iba a quererlo como nunca. Se lo demostraría curando todas y cada una de su cicatrices: las que se veían y las que no.