...Adiós, sin decirte adiós...



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Comenzó a caminar deprisa, sin que pareciera que fuese a darse la vuelta. No iba a volver, si le dejaba continuar ese camino, no habría retorno. Y ella lo sabía. No habían pronunciado la palabra “adiós” porque a ambos les parecía demasiado fea, pero sabían perfectamente que ahí concluía su historia, y la que hubiera podido ser.
Así que se quedó observándole hasta que desapareció en la lejanía. Estuvo allí parada memorizando su manera de caminar, su espalda, sus brazos, sus piernas, su pelo; para que nunca se le olvidaran. Porque aún lo amaba. Y no luchar por él era su manera de demostrárselo. Porque quería que alguien capaz de hacerle todo lo feliz que ella no pudo hacerle, lo encontrara y supiera la suerte que tenía. A veces, no basta con querer…