...Un poco de esperanza...



Hace unos días vi la película “Largo domingo de noviazgo”, una preciosa historia de amor (sí, de esas que me hacen sacar lo más ñoño de mí) que te hace pensar mucho sobre la esperanza y la lucha, frente a darlo todo por perdido y dejarse vencer. Mathilde, la protagonista, no se rinde. Algo en su corazón le dice que Manech, su prometido, sigue vivo, por más que la versión oficial sea que fue condenado a muerte durante la I Guerra Mundial

Y esas corazonadas le llevan a un viaje en busca de otras versiones que le digan que, efectivamente, su amado continúa con vida. Con su lucha, una se da cuenta de la fuerza que puede otorgar la esperanza. Pero por si el derrotismo llega, Mathilde inventa un juego que le dé el aliento que le pueda faltar. Por ejemplo, cuando va montada en un tren, cierra los ojos y piensa: “si antes de que cuente siete entramos en un túnel o pasa el revisor, Manech sigue vivo” Así lo va haciendo con múltiples cosas en su vida, cuando la fe parece esfumarse
Supongo que por no querer rendirme todavía (aunque sea en lo más hondo), he empezado yo también a “jugar”. Yo no busco a nadie, yo sólo espero que alguien esté ahí. Casualidad o no, siempre se ha ido cumpliendo todo lo que he dicho. Esto no es una película, lo sé. Y también es cierto que llevo tiempo meditando que me rindo. Me rindo porque aunque la esperanza me diga que sí, la razón me dice que no. Y puede que haya sido fuerte, más de lo que yo misma esperaba. Pero sucede que eres una batalla que yo ya no puedo ni quiero seguir luchando. Porque no me caben más cicatrices, y creo que necesito algún hueco sano para cuando llegue la casualidad de mi vida. La más bonita y grande de todas. La que encontraré al final de la escalera que empiezo a escalar, porque voy a seguir jugando, aunque no sepa a qué ni por quién.


Y próximamente... mis reflexiones tras mi metedura de pata (literal)