A veces los “¿y si?” no me dejan
dormir. Llegan y empiezan a revolotear en mi cabeza. "¿Qué habría pasado si no
hubiera tomado esa decisión?", "¿Qué sería de mí si hubiera escogido el otro
camino?", "¿Me equivoqué al tomar escoger esto y no lo otro?", "¿Y si se lo hubiera dicho?", "¿Y si hubiera saltado?" "¿Y si…?"
Una vez,
reflexionando sobre el tema, una amiga me dijo que de los “¿y si?” nos podíamos
deshacer haciendo que pasaran a ser certezas. Pero, a veces, también me quita el sueño cuando
intento cambiar ese camino y me llevo la decepción que había
esquivado tiempo atrás. Aquella de la que tenía miedo y por la que no había
sido valiente, por la que había cambiado mis pasos. Entonces vienen los “¿y si hubiera estado quieta? Pues que
nunca habría sabido que iba a ser una decepción y seguiría viviendo con "¿y si?" clavado.
Los otros “¿y si?”, los que ya no tienen vuelta atrás,
es mejor no pensarlos. A fin de cuentas, nosotros construimos nuestro propio
camino, y si estamos construyendo el de este presente, es porque confiamos en
que la meta del futuro nos permita dormir tranquilos.