Saorsa

Este relato pertenece al Escribitón 2020, quincena 5:



To live is the rarest thing in the world. Most people exist, that is all.
 (Vivir es la cosa más rara del mundo. La mayoría de la gente existe, eso es todo).
Oscar Wilde


Nota previa: "Saorsa", en gaélico irlandés, significa "Libertad". 

El funeral por fin llegaba a su fin, por fortuna. Aoife estaba agotada y necesitaba procesar todo lo sucedido. Durante tres días su casa había sido un hervidero de gente que entraba y salía. Familiares y amigos querían darle el último adiós a Ciara y, como buenos irlandeses, todos acudían con comida, bebida y decenas de historias que contar sobre la dueña de la casa, por lo que su estancia se prolongaba por horas, tiempo suficiente para que llegase otro grupo de conocidos que les relevaran.
En ese tiempo, Aoife no había terminado de ser consciente de que su madre se había marchado para siempre, porque la casa seguía, como desde que tenía uso de razón, oliendo a té a todas horas. Además, a través de las paredes, se continuaban oyendo debates sobre la corona británica, la independencia o el voto femenino.

Ciara había sido una famosa defensora de la independencia irlandesa, firmemente convencida de que ni la lengua, ni la cultura, ni la historia les vinculaba al Reino Unido, ni mucho menos les incluía dentro de ningún tipo de servidumbre hacia la corona. Ciara vivió muy joven la época de las revueltas, contaba apenas con 12 años cuando el lunes de Pascua de 1916 se produjo el Alzamiento, en un intento de los republicanos por tomar el control y recuperar la independencia de la isla. Pero el acontecimiento le concienció y marcó tanto que se unió en cuanto pudo al Sinn Féin, partido que exigiría la autonomía plena de la isla de Irlanda. De origen humilde y aun a sabiendas de que su activismo podría provocar en su casa un auténtico drama, Ciara optó por ser sincera y no esconderse nunca, y consagró su vida a la lucha de lo que ella creyó justo, sin que sus padres o sus amigos más cercanos lograran disuadirla. Lo cierto es que la joven cambió mucho en pocos meses, como si hubiera madurado de golpe y de pronto hubiera tenido una meta en la vida, más allá de lo que se esperaba de ella como trabajadora en una fábrica de telas que algún día se casaría y formaría su propia familia. Ahora se sentía, por fin, más libre que nunca. 

Esas creencias le pusieron en el mismo camino que a Michèal, con quien sí formó ese hogar. Pronto la casa de ambos se convirtió en el lugar de reunión de sus colegas de causa. Pero él falleció mucho antes de lo esperado, en uno de los numerosos disturbios que acontecían a diario en la isla esmeralda. Lejos de desanimarla, Ciara se apoyó todavía más en sus convicciones y en su gente.

Así, Aoife se crió acostumbrada a la entrada y salida constante de diferentes personas que pronto se convirtieron en parte de su estirpe: la joven sufragista Mai, el impulsivo pero fiel Sean, la tímida Roseleen cargada de talento… Entre todos se forjó una amistad que sobrepasaba lo meramente político. Y Ciara embaucó a cada una de las personas que daba con ella, por su manera de exponer sus ideas de forma firme y concisa. Cuando ella hablaba, todos callaban y no podían evitar quedarse prendados de algún modo de cada una de sus palabras, pues de todos, Ciara era quien sabía citar mejor que nadie aquello que todos defendían. Cuando comenzó a hacerse mayor, se convirtió en una suerte de madre para todos los nuevos jóvenes integrantes del partido, que no sólo les apoyaba en sus idas y venidas independentistas, sino que sabía apoyarles en cualquier aspecto de su vida.
Por eso no era de extrañar, que cuando llegó el momento de la despedida, acudieran decenas de personas a su casa. Aoife ya no conocía a muchos de ellos, pues ya no residía en la misma ciudad que su madre, pero no dudó que su progenitora, una nonagenaria, seguía preparando té para todo aquel que llamara a las puertas de su casa dispuesto a charlar un rato sobre la historia  del país, la época de “los Problemas” o contar chistes sobre la reina de Inglaterra y cantar canciones en gaélico.  

Ahora que todo el mundo se había despedido ya de Aoife y que ella se encontraba sola frente a la tumba de su madre, pensó en algo que su madre solía decir a todo el mundo: “Nuestro escritor más ilustre, Oscar Wilde, escribió que la mayoría de la gente únicamente existía. Yo decidí que iba a vivir”. Aoife confiaba en que así había sido, pues no conocía  persona más valiente, activa y guerrera que su madre, siempre con ganas de aprender algo nuevo, siempre con energía. Un alma libre que no se amarró a prototipos ni a lo que se esperaba de ella. Una valiente. Su valiente. Y se preguntaba si cuando su momento llegara, sus hijos pensarían lo mismo de ella que se había mudado de condado por trabajo, pero no por decisión propia; que había aceptado los hijos que le habían venido sin planteárselo mucho; que nunca tuvo, como su madre, ninguna pasión verdadera… Era curioso, que ella habiendo crecido en otra generación, con más libertad, con menos disturbios, sentía que había desaprovechado la vida. Pero quizá todavía no era demasiado tarde para recordar el mejor consejo de su madre y formar parte de los "raros".