Ella va caminando. De pronto, acelera el paso como si ahora
tuviera una meta, aunque con temor a acercarse demasiado a esta.
—¡Mamá! ¡Mamá! —Grita.
Una mujer se gira. Se queda parada y se echa a un lado para
no interrumpir el tránsito ni permanecer cerca de nadie. Y, tras la conmoción inicial, le lanza un beso.
—Yo acabo de salir.
—Yo ya me recojo, ya casi ha pasado una hora.
—Feliz Día de la Madre.
Se lanzan otro beso, sin tocarse. A más de un metro.
Historias de la pandemia. Real.