Malick y Badou


"Courage is the most important of all the virtues because without courage, you can’t practice any other virtue consistently.”
("El valor es la más importante de las virtudes porque sin valor, no puedes practicar  ninguna otra virtud consistentemente"). 
― Maya Angelou
Este relato pertenece al Escribitón 2020. Quincena 11. 

Los primeros rayos de sol del mes de junio que comenzaba se colaron por los huecos de la persiana.

—Un día —dijo en un susurro Malick, al tiempo que despertaba a Badou con un beso en la mejilla. Llevaba diez días haciendo de despertador con la cuenta atrás para la fecha fijada.

Badou no era una de esas personas que se despertara con energía y buen humor, así que, el hecho de que, al menos, le dedicara una sonrisa era, a su manera, una devolución de ese cariño.

Malick lo conocía mejor que nadie, por eso esperó a que Badou  hubiera terminado su taza de café para hablar de los asuntos que todavía quedaban pendientes, ya que así estaría más receptivo. 

—Mi hermana irá a recoger los trajes. Mi madre se encargará de recibir a los del catering para que coloquen las cosas. Y yo hoy quería pasar a despedirme de los chicos, ¿te importaría ir tú a recoger los anillos? —explicó Malick.

—No, claro, lo haré yo —contestó, en un tono bastante seco, Badou.

—Cuánta emoción en un novio el día previo a su enlace…— apuntó Malick con ironía.

—Perdona, es que esta semana no he dormido bien. Deben de ser los nervios y ya me conoces cuando no descanso.

Badou dijo una verdad a medias. Era cierto que llevaba varias noches sin poder conciliar el sueño. Pero no por los nervios. No podía evitar pensar en sus padres. Mientras Malick, pese a las reticencias iniciales, contaba con el apoyo de su familia, él ni siquiera se había atrevido nunca a contárselo. En las breves llamadas que realizaba a su país, omitía siempre esa información. También sus vidas habían sido bien distintas.

Malick era español de nacimiento, apenas unos meses después de su llegada a España, su madre dio a luz. Un par de años después, llegó su hermana. Los padres de Malick habían trabajado duro hasta que lograron establecer su propio comercio y parecían haber consolidado su hogar y felicidad, aunque la vida de una familia de origen senegalés en España nunca era sencilla, especialmente con la radicalización de los últimos años. Tras más de veinticinco años en el país, sufrían a menudo rechazo y ataques xenófobos. Malick había establecido un círculo de amigos en el colegio que todavía conservaba. No le costó asumir que le atraían los hombres y, aunque a sus padres sí les supuso un rechazo al principio, acabaron asumiéndolo cuando entendieron que si no lo hacían, corrían el riesgo de perder a su hijo. Malick sintió que debía hacer algo para ayudar a aquellos que, como sus progenitores, llegaran en busca de una vida mejor y que sufrían las consecuencias del racismo y el rechazo. Por ello se unió a una asociación de ayuda al colectivo de inmigrantes. Y ahí conoció a Badou.

Badou recordaba estos días, más que nunca, su llegada a España hacía dos años. El viaje fue arduo. El inicio en el nuevo país, duro: desconocía el idioma, sufrió el desprecio de los autóctonos y se sintió solo. La vida en Europa no era como se la habían pintado cuando invirtió todos sus ahorros para llegar aquí.

La asociación fue un gran soporte y la presencia de Malick suavizó sus miedos. Pronto se hizo evidente que entre ellos había algo más que una relación de ayuda y respaldo. Para Badou no era tan sencillo. Mientras Malick se había criado en un país donde se permitían los matrimonios entre personas del mismo sexo y sus padres le habían aceptado; Malick venía de una familia demasiado tradicional y de un país donde la homosexualidad solo era apoyada abiertamente por un tres por ciento de la población  y que, además, estaba penada por ley. Hasta que conoció a Malick, no fue capaz de asumir su sexualidad, pero este fue paciente y su gran apoyo para superar la doble discriminación a la que podía ser sometido.

Primero llegaron las escapadas, después la convivencia y luego, medio en broma medio en serio, Malick propuso formalizar su relación. Y ahora se acercaba el día en que se unirían legalmente. La celebración iba a ser íntima: la familia de Malick, sus amigos de toda la vida y algunos amigos en común.

Badou no podía evitar sentir una mezcla entre alegría y tristeza. Sabía que estaba enamorado de Malick, pero comparaba las vidas de ambos y siempre se sentía inferior. En desventaja porque aún se sentía apartado y por no tener el coraje que sí tuvo su prometido para hablar con su familia.

Cuando regresó de recoger los anillos, descolgó el teléfono. Marcó el prefijo de Senegal y se dispuso a llamar a sus padres. Le atendió su madre. Tras una conversación sobre las clásicas preocupaciones de una madre –que si estás comiendo bien, que si aquí el calor es insoportable, cómo lo lleváis por allí, qué tal el trabajo…- Badou decidió poner en funcionamiento la virtud de la valentía.

—Mamá… Mañana me caso —explicó Badou en wólof, el idioma mayoritario en la zona comprendida entre Dakar y Saint-Louis.

Por respuesta, su madre comenzó a dar gritos de alegría. Cómo no lo había dicho antes. ¿Quién era ella? Por fin su hijo iba a formar una familia, tener hijos…

—Con un hombre, mamá —interrumpió las palabras de júbilo de su madre que, antes de colgar, le pidió que no volviera a llamar nunca más y que, jamás se le ocurriera contárselo a su padre.

Cuando Malick regresó a casa, se encontró a Badou tumbado en la cama, completamente a oscuras, con los pantalones del pijama, sin la parte de arriba, como solía dormir. Pero era demasiado temprano para irse a dormir. Algo no iba bien.

—Badou, ¿qué pasa?

No obtuvo respuesta, Badou ni se movió.

—Badou, por favor, mírame —insistió, temiendo lo peor—. No habrás pensado otra cosa…

Entonces, su novio se puso de pie frente a él. Badou acercó su cabeza a la de Malick y, tras besarle dijo:

—Daama la nob*.

—Daama la nob —repitió Malick.

Sabía que, aunque el dolor por el rechazo definitivo de su familia perduraría para siempre, junto a Malick ese sufrimiento sería mitigado.

* “Te quiero” en Wólof