María

 


Sentimiento: Nostalgia.
Color: Amarillo.

Este relato pertenece a una colaboración con Maribel (Dos y veintidós)


31 de diciembre de 2020.

Todos piden el mismo deseo este año. No hace falta decirlo en voz alta, pero en prácticamente todas las casas del mundo se cuela la esperanza de un año mucho mejor que el anterior. En España, la última campanada, la última uva, es la que marca el pensamiento. Habrá gente que ni lo intente, “para lo que sirvió en 2019…”. Pero muchas otras personas continuarán formulando deseos, “por si acaso”.

En casa de María, no son menos. Todos se felicitan el año, segundos después de comprobar si han conseguido comerse las 12 uvas para que el deseo se cumpla en los próximos meses. Ella los observa, y sonríe. 2020 ha sido un año fatídico, pero tiene sus razones para ser feliz. A fin de cuentas, no en todas las casas pueden brindar todos juntos.

—¡Abuelos!—interrumpe sus pensamientos su nieto.—¡Pero si hoy es vuestro aniversario!

—65 años.

Todos se quedan petrificados. Ninguno esperaba que fuese el abuelo quien respondiera. En el último año, su mente se había ido apagando poco a poco. Vivía y respiraba, pero necesitaba ayuda para prácticamente todo. Apenas intervenía en las conversaciones y, a veces, le costaba responder hasta a las preguntas más simples o cotidianas.

La abuela no deja de asentir, mientras sonríe.

—Te acuerdas…

—¡Pues claro! Era la Nochevieja de 1955…

María también se acuerda bien. Hace tiempo que a él le cuesta recordar, o al menos, demostrar que lo hace y seguir el hilo de los diálogos que se suceden a su alrededor. “Es una suerte que, a su edad, todavía vivan ambos”; agradece muchas veces su hija.

María no quiere morirse sin conocer a un bisnieto, pero parece que sus nietos se resisten. Lleva regular que algunos de ellos se hayan “juntado” sin pasar antes por el altar, pero aún así se pone muy contenta cuando llegan de visita.

Tampoco les ha tocado vivir los mejores tiempos para formar una familia. Por eso, ella también ha deseado que el 2021 sea un año mejor, pero no por sí misma. Por ellos que tienen aún toda la vida por delante.

Ella ya ha vivido. A veces, demasiado, piensa, pues algunos capítulos nunca debieron existir. Una niñez poco parecida a la de ahora. Una guerra. Vecinos que acabaron en pozos antes destinados a obtener el barro y desde la dictadura, destinados a fosas comunes para aquellos que se atrevieran a desafiarla*. Un hermano que murió mucho antes de tener que hacerlo, por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Pero también el amor. A Pedro José le llamó la atención aquella mujer de pelo negro y la sacó a bailar en una boda en la que coincidieron. Pero no volvió a saber de ella por un tiempo. Él tuvo otra acompañante durante la feria del pueblo. Y a ella le rondaba “el carbonero”. Pedro José se apartó cuando este le insinuó que María era su novia, una palabra con fuertes implicaciones por entonces. Según María, “el carbonero” para nada era su novio, así que, Pedro José volvió a insistir. Hasta que una Nochevieja, se dieron el sí quiero. Después vinieron los hijos y los nietos. Y, tras mucha tranquilidad, una pandemia que ellos parecían capear, pero que se llevó a algunos amigos por el camino. Y, sobre todo, terminó de llevarse la memoria del abuelo.

Su nieto comienza a sacar los álbumes de fotos. Le encanta sacarlos y hacerles contar las historias que ya conoce sobre cada instantánea. Muchas fotos ya amarillean por el paso del tiempo. Pedro José se para en su foto de bodas y la acaricia con dulzura. No dice nada, pero basta ver la sonrisa de su cara para saber que una reminiscencia ha llegado.  Seguramente sienta nostalgia por otros tiempos.

Por eso, hoy, María es feliz. No le importa ser quien recuerde por los dos, mientras estén los dos. Se conforma con los momentos en que Pedro José trae al presente a aquella muchacha a la que sacó a bailar muchos años atrás…

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* En Villarrobledo (Albacete), muchos de los represaliados por el franquismo se encuentran enterrados en los denominados "barreros", pozos de entre cuarenta y cincuenta metros de profundidad destinados a obtener barro para confeccionar tinajas. Pocas son las familias de esta localidad que no tengan a algún familiar o conocido enterrado en estas fosas, recordadas hoy gracias al monumento inaugurado en 2012.