Will y Tom

 





28 de junio de 1919.

Armisticio firmado, ¡fin de la guerra!

Todos los periódicos llevaban a portada la buena noticia. Hacía meses que la gente celebraba en la calle el final de la Gran Guerra. Pero Will sentía que no tenía nada que celebrar. Él se libró del frente en parte por su edad, en parte por su cojera. A veces le habría gustado poder intercambiarse por alguno de aquellos jóvenes de su ciudad que veía partir y nunca regresar. Él no tenía familia que le hubiera llorado, pero todos esos chicos tenían madres, padres, hermanos, esposas o prometidas a quienes su ausencia destrozaría en vida.

Regresó a su casa-taller con el cansancio mental que acumulaba desde 1914. Echó un vistazo a los últimos trabajos. Todos ellos reflejaban el horror que se le cruzaba por el subconsciente cada noche. No había vivido la guerra en directo, pero su sola existencia le había marcado.

Bajó al sótano. Quizá era el momento. Si Francia y Alemania habían sido capaces de firmar un tratado de paz, él también debía ser capaz de reconciliarse consigo mismo, con el pasado. Se lo debía a sí mismo. Y se lo debía a Tom.

Retiró la sábana que cubría desde hacía años un banco de trabajo al que no se acercaba por miedo a despertar los fantasmas del pasado.

Allí estaba. Will siempre quiso ser artista, pero su familia jamás aceptó que un miembro de su linaje aristócrata se dedicara al mundo de lo excéntrico. Tom fue su último nexo de unión con ellos. Su hermano pequeño jamás lo repudió. Visitaba a menudo su taller y era su mejor crítico: sincero y constructivo. Will debía alternar los trabajos por encargo con las creaciones propias que, por lo general sólo Tom veía.

—He sido llamado a filas—soltó sin preámbulos Tom una tarde del verano de 1914. Parecía decirlo con la alegre inconsciencia de los jóvenes, como si no pudiera ni imaginar el infierno al que tendría que hacer frente.

—Tom, vuelve. Te necesito—se despidió Will.

Los meses pasaban y las cartas desde el frente se prolongaban cada vez más en el tiempo. Will vivía con angustia cada día. Además, apenas tenía encargos, no eran tiempos para esculturas o estatuas. Tampoco se sentía motivado para comenzar obras nuevas. Pero fue entonces cuando se le ocurrió realizar a Tom. Pensó que mientras lo estuviera creando, lo mantendría vivo, como si de una forma mágica pudiera cuidarlo desde allí.

Tardó semanas en concluir la nueva creación. Cuantas menos noticias recibía de su hermano, más se volcaba en el trabajo.

Hasta que un día llegó la noticia terrible. Tom ya no regresaría nunca. La ira se apoderó de Will, que cogió uno de sus punzones y golpeó la estatua, dejándola herida en el costado derecho y en una de las manos. Quizá fuese ahí donde hirieran a Tom.

La oscuridad se apoderó de él.

Cuando en 1918 finalizaron las batallas, a él poco le importó. Pero ahora que la paz europea era una realidad, sintió que necesitaba seguir adelante.

Acarició la escultura, como si fuese su hermano pequeño. Se puso manos a la obra y comenzó a reparar los desperfectos, como si estuviera curando a Tom.

 

Este relato pertenece al quinto, y último reto, propuesto por Valiente Inspo en su 'Inspo Fest’.

Esta vez, el desafío consistía en escribir un relato en basa a lo que nos inspirara el videoclip que he puesto al inicio. A lo largo de él aparece una misma estatua. Debíamos seleccionar alguna de las escenas y desarrollarlas. Mi relato se basa en la secuencia que va desde el minuto 2:15 hasta el minuto 2:22.

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