“Maldito estúpido”. Pensó al salir de aquella academia. “¿Cómo es incapaz de ver que cada nota musical se corresponde con un color?”, farfulló. Para él estaba claro: DO era rojo. RE, amarillo. MI, azul. FA, naranja. SOL, verde. SI, blanco. LA, rosa.
Había decidido asistir a clases de piano porque sentía que la música estaba unida a la gama cromática. Creyó que, dominando la técnica musical, hallaría la perfección en sus pinturas. Cada vez que escuchaba una pieza, era capaz de visualizar los colores que la formaban, después lo plasmaba en sus lienzos. De ahí el enorme colorido de sus creaciones. De otra forma, habrían sido cuadros oscuros, como su mente.
Pero aquel profesor de piano lo consideró un loco y le pidió, eso sí, amablemente que no volviera.
Al llegar a casa, se encontró con el cartero.
—¿Es usted Vicent Van Gogh? Le traigo estas cartas.
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